Carta al ternero que asesiné
Carta al ternero que asesiné…
«Hace tres años, maté a un ternero.
Justo al nacer lo arrastré lejos de su madre que se lamentaba, y lo puse en una caja de madera. Estaba asustado… confundido… tembloroso. Pero lo puse en el box para estar absolutamente seguro de que no había recibido la leche de su madre… la leche que necesitaba para mi queso, mi yogur, y para mi helado.
Lo dejé en ese box durante 8 semanas y le daba de comer alguna fórmula de reemplazo de leche barata, mientras vivia en su propia suciedad y lloraba por su madre día y noche. Entonces le arrastramos fuera de la caja a una habitación. Mientras lo arrastré a esa habitación, trató de mamar de mis dedos. Se estiró por alguna clase de amor… cualquier cosa para llenar el vacío de su mamá. Era patético. Cuando llegamos a la habitación, lo colgaron de su pata trasera, y puse fin a su miseria. Sólo una patada cada uno o dos minutos mientras se desangraba. Unas horas más tarde, le despedazaron y envolvieron en pequeños paquetes ordenados y enviados a los comercios. Ternera ¡Mmmmm! ternera tierna.
Hace tres años, vi el vídeo que me mostró a este becerro que «maté». No importaba el que yo realmente no arrastrara o empuñara el cuchillo. Yo era el que exigía el queso, el yogur y el helado. Y no lo sabes, no había alguien ahí fuera más que yo, dispuestos a suministrármelos.
Hace tres años, un día como hoy, caí de rodillas, maldije a los cielos y toda la humanidad, y grité como nunca había gritado antes. Grité por aquel ternero. Grité perdón. Nadie respondió.
Había pasado toda mi vida creyendo que amaba los animales, y que había pasado los últimos 20 años absteniéndome de comer su carne a causa de esa creencia. Sin embargo, hasta hace tres años, no tenía ni idea de que yo todavía estaba haciendo daño a tantos de ellos. No sólo dañar. Torturar, mutilar, y privarles de la madre que cada bebé necesita en este planeta. Privándoles de cualquier apariencia de comodidad o alegría. No podría haber sido más cruel.
Hace tres años, un día como hoy, cuando mi grito se detuvo, y de repente, el odio abrumador hacia toda la humanidad comenzó a disminuir, entonces juré a cada ternero, cada pollo, todos los cerdos, cada pavo, todos los peces, todos los camarones, y cualquier otro animal que yo había consumido alguna vez, que ya había terminado todo. Yo estaba decidido. La verdad me había sido ocultada durante tanto tiempo. Pero ahora sabía. Maldita sea. Ahora sabía.
Hace tres años, un día como hoy, pasé de ser vegetariano para ser un vegano. No puedo cambiar el pasado. Pero puedo aprender de el. Puedo aprender cómo y por qué esta horrible verdad se mantuvo oculta para mí durante tanto tiempo. Puedo hacer que esos mentirosos paguen por persuadirme de ser tan cruel durante tanto tiempo. Puedo hacer que paguen por decir a los demás la verdad… otros que conozco se preocupan tanto como yo… otras personas que conozco no quieren matar a ese becerro. Desde ahora, y por siempre seré, vegano. Por el resto de mi vida, voy a hablar en nombre de ese becerro. Voy a pasar mi vida tratando de hacer las paces con él… tratando de hacer que su vida tenga algún sentido. Nunca quise hacerte daño. Nunca te haré daño de nuevo.»
Texto de Jeff Rosenberg, una persona como tú, que un día decidió dar un paso por aquel ternero, por todos los animales. Sírvete difundirlo, estamos seguros que a Jeff le encantará como activista y, por descontado, en memoria de ese ternero, que es cualquier ternero, que es cualquier animal que deseaba vivir.
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