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La verdad detrás de "Planta sapiens"

La verdad detrás de "Planta sapiens"

Esta mañana Jorge Riechmann ha compartido en su X la entrevista que hace un periódico a Paco Calvo, Catedrático de Filosofía de la Ciencia y autor de Planta Sapiens, descubre la inteligencia secreta de las plantas. Una de las afirmaciones que se leen en la entrevista es: Las raíces de las plantas hacen cosas flipantes. Ya empiezas a ver por dónde va el percal, ¿verdad?

Riechmann tuitea "Ceguera con las plantas": en realidad sufrimos ceguera hacia casi todos los elementos de la naturaleza y las realidades biofísicas extramuros...

Y yo, que si me callo me salen subtítulos, le he respondido.

Creo que deberíamos contextualizar estas afirmaciones que se sueltan muy a la ligera. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor define el dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño real o potencial en los tejidos de un individuo. Además del lenguaje, existen otras formas de pruebas conductuales de la sensibilidad animal, muchas de las cuales también utilizamos en el caso humano cuando el dolor no se expresa lingüísticamente. Entre ellas están los gestos, las expresiones faciales, el contacto visual, las vocalizaciones, el comportamiento social, los cambios de color, la inutilización de las partes lesionadas y el "cuidado" de una lesión.

Una bacteria, un Roomba y un mando de garaje tienen "actos reflejos". Varios organismos unicelulares pueden detectar la luz, el tacto y diversas sustancias químicas. Otras reacciones motoras de protección, como el comportamiento de huida a menudo son estereotipadas. El gusano plano exhibe un movimiento de este tipo.

Una prueba clave es la neuroanatómica, que se refiere a la cantidad y el tipo de "hardware" neurológico que poseen los organismos, así como a neurotransmisores, hormonas y sustancias químicas específicas. El sistema nervioso de los animales multicelulares varía desde simples redes nerviosas hasta sistemas nerviosos muy complejos formados por cerebro, médula espinal y componentes periféricos. No tenemos motivos para sospechar que entidades sin neuronas, las rocas, sillas, hongos o un sombrero de capirote sean sensibles.

La nocicepción es una actividad neuronal no consciente distinta del dolor, pero estrechamente relacionada con él. Los nociceptores están relacionados con el retraimiento reflejo, las respuestas autonómicas y el dolor. En ausencia de nociceptores, no hay literalmente ninguna vía que pueda causar que un organismo tenga una sensación de dolor como resultado de un daño tisular en su cuerpo. Sin embargo, la presencia de nociceptores por sí sola tampoco es necesariamente indicativa de sintiencia, porque la nocicepción también está asociada con un comportamiento reflexivo y autónomo, como la respuesta de retirada automatizada de un organismo.

Las funciones del dolor son potencialmente adaptativas sólo en los organismos móviles. Por lo tanto, no deberíamos esperar que se produzca sintiencia en organismos incapaces de aprovechar la información y la motivación que proporciona el dolor. Por lo tanto, no deberíamos esperar que los organismos sésiles sean sintientes. Su no-sensibilidad parece corroborada por las pruebas neurofisiológicas y conductuales. Este es también el caso de los organismos con una movilidad limitada, como los moluscos bivalvos, en los que un reflejo de retirada es suficiente para cerrar la concha y su respuesta de huida propulsada a chorro. 

Todo esto describe un criterio de distinción entre seres vivos sintientes y no sintientes para no llegar a conclusiones estúpidas.

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