Vida en la memoria
Hoy, cuando el proyecto de vida Mi Cabra Vegana cumple seis años, quiero compartir estas páginas con quienes lo habéis visto nacer, crecer y madurar. Es mi trabajo de fin de máster, Vida en la memoria. Memoria de vida de dos mujeres luchadoras y represaliadas durante la dictadura franquista en torno a la que se articula la especial represión ejercida contra las mujeres republicanas. Tienes el enlace aquí mismo.
Las dos mujeres entrevistadas son Vicenta Camacho Abad y Josefina Samper Rosas, cuñadas, ya que el hermano de una, Marcelino Camacho Abad, era la pareja de vida de la otra. Y qué entrevistas…
El trabajo es una maravilla y va dedicado a mi madre con una cita de la genial Victoria Sau Sánchez que aún me emociona.
Y ahora, el homenaje. El feminismo me reconcilió con mi madre. No se puede amar a la madre si antes no se la ha odiado. Porque la odiada es la impostora. Mi madre guarda un respeto enorme hacia el conocimiento, quizá porque no pudo continuar sus estudios. Acompañarme a la facultad era para ella todo un acontecimiento, así que decidí ponerla en el centro el día de la defensa del máster. Que hubiese un momento en que todas, alumnas, profesoras, tribunal, parase para mirarla. A mí la nota me daba absolutamente igual. Había hecho el trabajo final que había querido y en la defensa pondría sobre la mesa lo que el feminismo me había dado.
Nos sentamos separadas, bien separadas, intencionadamente. Las compañeras defendieron sus trabajos y cuando llegó mi turno, respiré y comencé, no sin una sonrisa de franca emoción y completa sensación de victoria. Aclaré que en mi trabajo había incluido el segundo apellido en el sistema de citación, porque si no transgredimos y seguimos haciendo las cosas que el patriarcado dicta de la misma manera que nos dicta, ¿para qué tanto máster?
No llevaba notas ni apuntes, sabía lo que iba a decir y cómo. Abrí la copia del trabajo que me acompañaba. Pasé la primera página y leí.
Sólo se puede amar verdaderamente a la madre si antes se la ha odiado. Porque la odiada es la impostora, mientras que la amada es la huérfana que hay en ella, la otra «hija mayor», tan hija como la hija misma. Ella hizo de madre como pudo. Es como si la hija feminista hubiese pagado la fianza para sacar a su madre de la cárcel.
Victoria Sau Sánchez
Alcé la mirada, y miré fijamente a las profesoras que conformaban el tribunal. Era el momento. Era el momento de poner a mi madre en el centro de tantísimo conocimiento como había en esa sala. Y todo ese conocimiento iba a centrarse en ella, iba a admirarla. A mi madre.
Es por esto que el trabajo se lo dedico a mi madre. Volví la mirada hacia ella e hice un gesto con la mano, señalándola. Me quedé callada. En ese instante, todas las asistentes la miraron. La sala al completo giró la vista para ponerla en el centro, que es el lugar de la madre. Se emocionó mientras yo sonreía, la miraba, y contenía las lágrimas que ahora no puedo.
Continué la defensa. Al finalizar la sesión, el tribunal se levantó y fue a felicitar a mi madre. Mis compañeras fueron a felicitar a mi madre. Mi madre no cabía en su diminuto cuerpo de emoción. Y yo la miraba desde la distancia mientras pensaba: mira mamá, todas las carreras, todos los doctorados, todos los másteres, todo el conocimiento del mundo, felicitándote. ¡Qué momentazo!
Luego ya de camino a casa le pregunté. ¡Ella no se imaginaba nada! ¿Para qué si no te iba a traer hasta Somosaguas? (La facultad de la Universidad Complutense donde también me licencié en Políticas). Siempre que recuerdo aquel día sonrío y alguna que otra lagrimilla me recuerda que aún estoy viva. La Academia es lo que es: putrefacción, luchas intestinas, tráfico de influencias, cadenas de favores, zancadillas, manipulación y tejemanejes que me río yo de César y su Tu quoque, fili mei? Pero…. Ya que he mencionado al emperador, al César lo que es del César. Y ese día era para honrar a mi madre. Lo logré con un sobresaliente.
Espero que Vida en la memoria te guste, emocione y revuelva tanto como a mí. Un abrazo fuerte. Antifascista siempre.
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