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Las vacas felices son las no explotadas

Las vacas felices son las no explotadas

Las hembras de otras especies son explotadas por la industria láctea. Su leche es robada para el consumo humano. Y para conseguirla, han privado de libertad, violado, obligado a gestar, secuestrado a sus criaturas. La industria de la leche es la industria de la violación y la muerte. Y no, no creemos a Pascual, a Central Lechera ni a ninguna. Porque mienten. Nuestra lucha es por la abolición de toda opresión. Ni oprimidas ni opresoras. Siempre.

Las vacas felices son las no explotadas

La  Organización Mundial de Sanidad Animal establece  que  el  bienestar  animal  está  regido  por  las  cinco  libertades  básicas,  definidas  por  el  Consejo  de  Bienestar  de  los  Animales  de  Granja  Británicos:

  • Estar  libres  de  sed,  hambre  y  desnutrición
  • Estar  libres  de  incomodidad,  incluyendo  molestias  físicas  y  térmicas
  • Estar  libres  de  dolor,  lesiones  y  enfermedad
  • Libertad  para  expresar  su  comportamiento  natural
  • No  padecer  temor  o  angustia

¿Pero cómo puede la industria de la leche cumplir con los principios de supuesto “bienestar animal”? La naturaleza de la industria láctea es una constante infracción de estos principios, que por otra parte es un programa de “mínimos”, insuficiente para cualquier persona antiespecista. Pascual miente. Y Central Lechera Asturiana. Y todas. Todas.

Cuando la cría nace, es separada rápidamente de su madre, porque de lo contrario se bebería la leche, que ahora es “para nosotros”. El lazo entre mamá vaca y el ternero es muy fuerte y afectivo, y la vaca puede quedarse llorando varios días. Si la cría es un macho, será degollado para su venta; si es una hembra, será otra máquina de leche para humanes. Las vacas lecheras son embarazadas constantemente y repetidamente para que sigan generando leche, pues son máquinas de producción y beneficio económico.

Además, si te preocupa tu salud, además de el verdadero bienestar animal, los estudios científicos afirman que quienes han consumido lácteos tienen más posibilidades de desarrollar osteoporosis.

La industria de la leche, el calcio y las vacas

Cada vez que compramos productos lácteos, estamos comprando la explotación de hembras de otras especies. Estas hembras son explotadas sistemáticamente hasta que sus cuerpos no dan más de sí, extenuados por tanta violación, tanta gestación, tanto robo de su leche, momento en que las llevan al matadero. No hay vacas lecheras, hay vacas violadas para que la produzcan. Una y otra, y otra, y otra, y otra vez…  Las mujeres compramos productos lácteos para alimentarnos y alimentar nuestras proles… Aquí falla algo.

La leche es fuente de calcio, anuncian por la tele. La leche es salud, la leche fortalece los huesos… La leche y la menopausia… La leche y el crecimiento de las criaturas humanas. Y nos lo creemos. Como también creemos que hay vacas lecheras per se, y que las vacas son felices mientras les sacan su leche porque son tan lecheras que les sobra. Que nos dan su leche. Vamos, que creemos que les hacemos un favor. El timo de la estampita.

Lo que nunca dicen es el calcio que se obtiene del brócoli, legumbres, granos, cereales fortificados, higos y otros vegetales… Lo que nunca dicen es que el ejercicio regular mejora la densidad ósea, o la necesidad de reducir el sodio y las proteínas animales. Lo que no dicen es que la leche está llena de grasa y colesterol, de hormonas, pesticidas, dioxinas y antibióticos. Lo que no dicen es la relación entre problemas de salud con el consumo de lácteos: desde estreñimiento hasta cáncer de mama, pasando por un abultadísimo abanico donde no faltan la sinusitis, obesidad, asma, artritis, dolores articulares, colon irritable o la enfermedad de Crohn.

Lo que no dicen es que las criaturas humanas no necesitan la leche que es robada a las madres de otras especies y que está destinada a las criaturas de esas especies. Y que está preparada -la naturaleza es sabia-, para que los terneros crezcan de manera rápida y sana en pocos meses. Los terneros, no las criaturas humanas. La industria, el sistema, se desmoronaría. Y que no toquen las subvenciones a ganadería y agricultura…

Sería posible hacer un cambio de industria de forma paulatina y contando con ayudas y subvenciones del Estado. Así, terminaríamos con el horror que sufren las vacas y sus hijas e hijos. Porque no se trata de dejar en la calle a las personas que trabajan en la industria de la alimentación carnista, sino elaborar políticas que consigan una transición completa hacia un modelo de sociedad donde la explotación de los animales no humanos quede en el temario de historia de primaria.

El ciclo de vida de una vaca explotada

Con el nombre de inseminación artificial se oculta la violación sistemática, continuada y a gran escala de las vacas. Violadas al embarazarlas, violadas cada día en la extracción de su leche, violados sus cuerpos al llenarlos de hormonas para que produzcan más y más leche. Luego llegan las mastitis y demás complicaciones. Luego llega la extenuación. Luego llega el matadero a los 5 años escasos… cuando pueden vivir 20. Llamémoslo por su nombre: violencia sexual, explotación sexual, tortura, secuestro, asesinato. Las vacas, que no son máquinas, que se organizan en complejos entramados familiares, que sufren durante días, semanas, el robo de sus criaturas recién nacidas… Inmovilizadas para mantener tierna su carne en tu plato de filete de ternera, abandonadas porque no sirven, solas en gigantescas naves frías donde mueren de hambre y pena, criadas como sementales o como vacas lecheras… El holocausto de la industria láctea no conoce rival. Y lo subvencionan con mis impuestos. Y con los tuyos.

Hagámonos esta pregunta: ¿existe algún otro mamífero que beba leche tras la infancia? Sólo nosotras, las personas, que seguimos bebiendo leche de vaca. Y la leche de las vacas está diseñada para que un ternero duplique su peso en escasos 50 días y alcance los 400 kilos en un año. ¿Por el calcio? A saber que en los países donde se consumen menos lácteos tienen los niveles de osteoporosis más bajos, Japón y China. Y viceversa.

Patriarcado, veganismo y feminismo

La conexión: de la misma manera que las mujeres no hemos nacido para los hombres, los animales no han nacido para las personas. De la misma manera que los úteros de las mujeres no son propiedad de los hombres para la perpetuación de su estirpe (decía Celia Amorós (min. 37): donde hay poder se quiere genealogía, genealogía es poder), los animales de otras especies no son de nuestra propiedad.

En la serie de binarismos antagónicos y excluyentes establecidos por el patriarcado: hombre-mujer, masculino-femenino, cultura-naturaleza, incluimos también el que legitima la subordinación y explotación de los animales por los hombres: humano-animal. En la construcción sociocultural del masculino hegemónico, dominante, se condensan ciertas características: agresividad, virilidad, fuerza, destierro de las emociones… Quizá entendamos así por qué son mayoritariamente hombres los que torturan y asesinan animales en fiestas populares y demás eventos en el Estado Español, auspiciados por las instituciones gubernamentales y eclesiásticas. Estas acciones se fundamentan en la diferencia, en las estructuras de poder que privilegian a unos y denigran a otros. El especismo, al igual que el sexismo o el racismo, hunde sus raíces en denigrar, cosificar, objetivizar “al otro”. En el caso del sexismo: hombre-mujer, masculino-femenino, naturaleza-cultura, público-doméstico; en el especismo: humano-animal y naturaleza-cultura, siendo este el mismo utilizado para la subordinación de las mujeres. Incluso la condición de humanas, de ciudadanas… ¿recordamos cuándo las mujeres conseguimos el derecho al voto? En el Estado Español fue en la II República y por el extraordinario discurso de Clara Campoamor… Ella contra todo.

Transversalidad

Es necesario incluir en las agendas del feminismo la lucha contra la explotación de otras especies, la violencia sexual, los abusos, los secuestros, los actos de violencia cotidiana, sistémica y constante por el mero hecho de haber nacido en un cuerpo animal no humano. La lucha por la justicia, por el fin de toda opresión, como eje transversal de nuestras luchas. Porque sabemos que el patriarcado normaliza la explotación de las mujeres, la cosificación u objetivación de nuestros cuerpos, debemos establecer la conexión con el resto de animales no humanos. Sobre todas recae el mismo juego, todas somos explotadas por el mismo sistema heteronormativo. Se hace imposible seguir hablando de feminismo si con nuestros actos fomentamos, auspiciamos, generamos, alentamos y nos beneficiamos con la violencia hacia animales de otras especies. Ni oprimidas ni opresoras. Siempre.

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